sábado, 31 de agosto de 2013

El fin del verano


Escaleras al azul
atalayando el cielo
mar índigo o añil
nubes vaporosas
trasparente velo
pintura zarca sobre tul.

Claridad cegadora.

Gaviotas al viento
papalotes en libertad
ingrávidas y livianas
acróbatas revoltosas
inventando cabriolas
surfeando en la corriente
dibujando parábolas
de ecuaciones etéreas.

Son pitas y chumberas
sardinas en una playa remota
barcas de pescadores
salmonetes  calamares
fritura de pescado
espaguetis con langosta
vino blanco frío
ensalada griega.

Es el perfume del jazmín
la fragancia de la higuera
verde, lechosa y áspera
aroma de pinos y algarrobos.

Es un viaje en barco
hacia la infausta isla
donde encalló y yace Homero
una bahía desolada
reino de brisas y céfiros
con rudas piedras
anónimas lápidas
en honor de los héroes
que volvían de Troya;
el mar Egeo los acoge
en su oscuro seno.

No llegaremos nunca a Itaca.
Quedan cientos de islas
con playas de arena dorada
acantilados inexpugnables
y cantos de sirenas.

Es tiempo a crédito para  derrochar;
sin preocuparnos del corto plazo
de lo veloces que corren las horas
de como se transforman en pasado.

Es blanco de espuma
y moreno de tu piel.
Brama el mar profundo
lamiendo la orilla.

Naranja y rosa en el horizonte
cuando la tarde apura
herida por espada amarilla;
sangra poniente.

Al fin llega: la noche empuja;
silencio, ausencia de olas..
Sobre un paño negro la luna
oronda y brillante bola
resucita  las sombras
y del futuro la penumbra.

Es tan breve tan efímero
que cuesta esfuerzo
la idea de su regreso
tras el largo y frío invierno.








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